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La arquitectura de San Agustín y San Francisco

La arquitectura de San Agustín y San Francisco

San Agustín escaso de arquitectura especialmente original: tiene planta gótica y alzado renacentista; los arcos principales son semicirculares, pero los de las naves laterales tienen forma de herradura. “Detalle raro -dice Navarro-, que marca el único ejemplo árabe en la arquitectura americana”. Huellas de Becerra hay en el gótico del coro y en la bóveda del nártex (o sea la entrada del templo, lugar que en las iglesias primitivas se reservaba a los catecúmenos).

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La fachada de piedra es elegante y severa; se basa en elementos de la fachada de San Francisco, pero los aprovecha con libertad y novedad. Así el cuerpo central, que tiene en la parte superior ventana y nicho. En un trazado renacentista hay formas decorativas de discreto barroquismo.

Junto a la iglesia se alza alta y recia torre – 40 metros de altura, incluida la estatua de San Agustín, de tres metros – que es una mezcla de estilos. (Sus primeros tres cuerpos son originales).

Pero lo más rico y hermoso de la obra agustiniana es el claustro, y en él la Sala Capitular.

También San Agustín – como San Francisco – tiene claustro cuadrangular, alrededor de gran patio cerrado por doble galería superpuesta, de arquería. La inferior es de arcos de medio punto sobre gallardas columnas dóricas; la superior es curiosa y alegre: juego de arcos pequeños y arcos algo mayores, alternados, asentados sobre pares de columnas pequeñas y como regordetas.

De esta arcada superior ha escrito el mayor estudioso de la arquitectura colonial quiteña: “La composición de la galería superior marca, en realidad, un movimiento arquitectónico nuevo en la arquitectura universal, que, salido de este claustro, se expande por el Perú, como lo demuestran las galerías del palacio del Marqués de Torre Tagle y del claustro del convento de la Merced en Lima” (Navarro).

El elogio del cronista Rodríguez Docampo

El cielo raso de estas galenas era tallado y dorado, con piñones moriscos como principal elemento decorativo. Las paredes del claustro iban a ser el lugar donde se instalase una de las mayores series de la pintura quiteña del siglo: pasajes de la vida de San Agustín, obra del mayor pintor del XVII quiteño y uno de los mayores de América en el tiempo, Miguel de Santiago.

Otra obra bellísima es la Sala Capitular, llamada así porque en ella se reunían los frailes en capítulo. Gran recinto rectangular ricamente artesonado, con piso de grandes piedras sillares, con bello retablo central, que guarda hermosísimo calvario, y sillería labrada con preciosidad de encaje. Por su noble belleza esta sala ha sido elegida por los quiteños para actos de especial trascendencia: allí se firmó el Acta de emancipación.

En el siglo los dominicos completan su monasterio y hacen, ellos también, convento de recolección o recoleta. Para ello eligen un lugar al sur, a orillas del Machángara. En lo que hoy se sigue llamando “La Recoleta”. Allí dedican iglesia y convento a Nuestra Señora de la Peña de Francia.

La iglesia, sencilla, pero con dos hermosas cúpulas, tenía rica imaginería – que elogió el cronista Rodríguez Docampo – y estaba cubierta de tallas valiosas. Sus retablos y tallas fueron saqueados; lo que hoy se ve son torpes reemplazos de lo robado.

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