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La arquitectura en conventos y colegios

La arquitectura en conventos y colegios del siglo XVII

La obra arquitectónica quiteña se afirmaba y enriquecía. Los franciscanos, no contentos con la monumentalidad y desborde ornamental de su gran templo, erigieron, a su lado sur, la capilla de Cantuña, pequeña joya, más que por su estructura – una sola nave, abovedada, con nicho circular para el retablo central y cúpula con linterna sobre el presbiterio – por sus preciosos ocho retablos que más tarde los artistas quiteños, a quienes se cedería la capilla para su uso, enriquecerían con soberbias tallas. La capilla estaba terminada para 1669 y llevó el nombre del indio conocedor de ocultos tesoros quiteños.

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También edificaron los franciscanos el Convento y Colegio de Misioneros de Santa Clara de Pomasqui, en que hicieron una iglesia de sencilla fachada de piedra, con atrio pequeño con pretil, que enriquecieron con bellos retablos (del cual no quedan sino ruinas) y el Convento de San Diego, llamado de Recolección, porque estaba apartado del bullicio de la pequeña ciudad y servía para el recogimiento de los frailes.

Por el año de 1625 se terminó la plazoleta de la entrada en el zócalo de la gran cruz de piedra puede verse esta fecha. Se trabajó convento grande y una iglesia en lo que primitivamente había sido solo un oratorio.

Iglesia de una sola nave, con bóveda que descansa sobre una cornisa sencilla, y que recibe luz de dos linternas ovaladas abiertas en la bóveda; con nichos con retablos dedicados a San Diego, San Antonio, la Pasión, San Joaquín y Santa Ana, y con cuatro capillas adyacentes.

Y los franciscanos no se redujeron a Quito ciudad: hicieron iglesias y conventos en varias otras ciudades de la Audiencia. La mejor, en Riobamba, destruida en un terremoto.

La catedral fue agrandada, adornada, con ricos retablos y solemnemente consagrada en 1667.

El estilo renacentista italiano

Junto a la catedral, ganándole terreno a una quebrada, a base de ingenie obra de arquería, se edifica otra iglesia. Una más. A poco, en esa calle quiteña iba a haber tantos templos monumentales como cuadras la Catedral, el Sagrario, la Compañía y el Carmen Antiguo. En la fiebre edificadora de los quiteños del XVII había más de pasión por el arte que de religiosidad.

La nueva iglesia, llamada del Sagrario, se hace de sobrio estilo renacentista italiano. Tiene tres naves, la central cortadas en cruz hacia la mitad, y sobre el crucero soberbia cúpula. Las naves altas tienen bóvedas; las capillas laterales, cupulines con linternas.

Las naves terminan en tres ábsides. El central corresponde al presbiterio y está dominado por el gran retablo central; el de la izquierda forma una capilla, y el de la derecha están ocupado por la sacristía. Los mejores retablos y esa auténtica maravilla que es la mampara fueron obra de comienzos del XVIII. Esta mampara es una de las piezas mayores de la escultura quiteña del XVIII.

La fachada de piedra se comenzó en 1699 y se terminó en 1706, y en ella se ensayó salir del ordenamiento tradicional de los elementos – juego de columnas y el coronamiento – en busca de una expresión nueva.

Dentro de su corta permanencia en Quito, el arquitecto español Francisco Becerra, a más de su trabajo en Santo Domingo, trazó los planos de la iglesia de San Agustín. Pero la obra solo se terminó en 1669, y en ella se ve que entraron otras ideas y otras manos. La portada, por ejemplo, no guarda relación con la iglesia.

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